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30/04/2024¿Sabes cuáles son los mayores problemas que aquejan al mundo? Son cinco: el vacío espiritual, la corrupción del liderazgo, la pobreza, la enfermedad y el analfabetismo. No necesitamos viajar a algún país tercermundista para constatarlo, sólo salgamos afuera. Sólo miremos a los niños que golpean con sus manitos la ventana de nuestros autos, sólo sentémonos en los pasillos de un atestado hospital público, sólo fijémonos en los libros empolvados, miremos las noticias (sin necesidad de que éstas sean sensacionalistas), y preguntemos por qué las personas dejaron de creer. Y la realidad hará un ¡crac! en nuestro corazón. ¿Qué podemos hacer? En palabras del propio Dios, escritas en Isaías 1:17, “¡Aprendan a hacer el bien!”
En primera instancia, aprendamos lo que es el bien. Y más allá de observarlo y aplaudirlo en las iniciativas ajenas, hagámoslo. Desde nuestro lugar y con nuestro grupo. Sin mucha publicidad y sin escenarios quizá. Simplemente, seamos líderes reales para nuestro tiempo. Demos soluciones tangibles a los cinco problemas más acuciantes arriba mencionados, y que afectan a millones de personas.
Reconciliemos al mundo con Dios
Frente al vacío espiritual, gozamos de la gran posibilidad de compartir nuestra fe sin mordazas. Y el Señor cuenta con nosotros como intercesores de ese acercamiento entre Él y la gente. Aunque se lo haya dicho a Pedro, a nosotros deben resonarnos las palabras de Jesús: “¿Me amas? Apacienta mis ovejas”.
Equipemos líderes que sirvan
Frente a la corrupción del liderazgo y la decepción que nos llevamos con nuestras autoridades, se nos abre la posibilidad de formar gente íntegra y comprometida. Son ellos, los que oran contigo desde el sofá de tu sala cada fin de semana; son ellas, las que escuchan atentamente tus sabias palabras. Dios te da el privilegio de influenciar a la gente que definitivamente necesita nuestro país.
Acudamos a los enfermos
Frente a la proliferación de enfermedades y el incremento de muertes por causas prevenibles, no sólo tenemos medicina para el cuerpo, sino una que cura para la eternidad. Seamos sensibles al sufrimiento de aquellos que sobrellevan enfermedades. Acompañemos. Lloremos con ellos. Hagamos esas visitas difíciles, pero tan necesarias.
Luchemos contra la pobreza
Frente al hecho de vivir en un continente de gran inequidad, necesitamos ayudar a quienes viven en situaciones precarias y hasta infrahumanas.
Tenemos un Dios que deshace las imposibilidades.
Eduquemos a la próxima generación
Frente al analfabetismo y la falta de educación, impulsemos y apoyemos todo aquello que sea un aporte en este sentido. El pueblo perece por falta de conocimiento, dice la Biblia. Si bien es importante conocer de Dios también lo es capacitarse académicamente. Abramos espacios de lectura y de discusión. Estimulemos a nuestra gente a estudiar, a leer, a batir récords en su árbol genealógico. Si ningún familiar concluyó el colegio, que sean ellos los primeros. Si ninguno obtuvo un título universitario, que ellos se propongan alcanzarlo. Si nadie soñó con un doctorado, que ellos lo aspiren.
Seamos relevantes a nuestro tiempo
Escuchemos lo que el mundo grita, de Norte a Sur, de Este a Oeste. Demos respuesta a lo que nos pregunta. Este tiempo nos desafía a combatir contra cinco gigantes. “¿Qué diferencia podemos hacer con nuestro pequeño grupo?”. Como David, empecemos por agarrar nuestras pequeñas piedras, vayamos en el nombre del Señor a la batalla, apuntemos bien… y tengamos fe de que dará en el blanco.
Por Narumi Akita